Hace relativamente poco tiempo (no hace tan poco… en 2019) que en el Museo Escolar de Pusol terminamos de inventariar, al 100% -excepto lo que aún, a día de hoy, va llegando en las donaciones-, las colecciones de indumentaria y complementos, cuyos fondos se encuentran ubicados en el mismo museo, en nada más ni nada menos que dieciséis armarios roperos.

Clasificados por temática, cada uno de ellos almacena muchas y variadas prendas (trajes de chaqueta, faldas, enaguas, calzoncillos, vestidos de niña, etc.), así como textiles “del hogar”, tales como delantales, servilletas, peinadores, sábanas y colchas… Tampoco faltan los complementos: desde zapatos y botines hasta corbatas y sombreros, pasando, como no, por los bolsos.

El modelo de bolso que más abunda en nuestros fondos es el clásico de los años sesenta del pasado siglo, en colores negro y marrón. No obstante, entre todos ellos destacan unos mini bolsos que recibían el nombre de “ridículos”.

Estos pequeños bolsos surgen como consecuencia de los cambios acaecidos en la moda. Anteriormente al siglo XVIII, las mujeres llevaban sus pertenencias en los bolsillos, que se ataban alrededor de la cintura o estaban en el interior de los forros. Los nuevos vestidos y faldas de finales del siglo XVIII y principios del XIX, de columna y telas finas, no permitían la incorporación de bolsillos externos e internos, provocando que la mujer no pudiese llevar encima ningún objeto personal, como el abanico o el pañuelo. De ahí que surgiera el “retículo”, “ridículo” popular e irónicamente hablando. Los primeros modelos eran de tela en forma de red, con cierre de cordón y, tardíamente, de otros tejidos y con bordados y cuentas, más decorados. La mujer llevaba el bolso colgando, atado en la muñeca, recordando a la limosnera.

En el museo contamos con un ejemplar de tipo red (sin el cordón original) y otros más actuales, ya con cierre de acero, cadena en asa -no cordón- y de tela bordada.

Autora: Marian Tristán, coordinadora del Museo Escolar.